TIERRAS DE ATÁ
EL ORIGEN
En el corazón de Planadas, en el Tolima, donde los ríos bajan cantando hacia el Atá y la niebla abraza las laderas cada amanecer, nació una comunidad que aprendió a cultivar esperanza en medio de la adversidad.
Aquí, en este territorio de suelos fértiles y manos curtidas por el trabajo, surgió El Jordán, un grupo de caficultores que decidió creer en el poder transformador del café.
Planadas fue durante años una tierra marcada por el conflicto. Pero incluso en los días más inciertos, los caficultores siguieron cuidando sus árboles, protegiendo sus semillas y soñando con un futuro distinto. Con la llegada de la paz en 2016, el silencio de la montaña volvió a llenarse de sonidos buenos: el zumbido de las despulpadoras, el crujir del sol sobre los patios de secado, el canto de los niños entre los cafetales.
El nombre El Jordán nació de aquel rincón de Gaitania donde las primeras familias sembraron café como quien siembra fe. Desde entonces, ese nombre se convirtió en símbolo de renacimiento: una promesa cumplida entre la tierra y sus guardianes.
EL CAMINO
Desde 2003, los productores de El Jordán trabajan hombro a hombro, compartiendo no solo el terreno sino también los sueños.
En cada finca, la familia es el centro: padres, hijos y abuelos que se reparten las tareas con naturalidad —unos registran la producción, otros secan el grano, otros seleccionan las cerezas perfectas—, todos con la misma convicción de mejorar cada día.
Con el paso de los años, su curiosidad los llevó a experimentar con variedades como Castillo, Caturra, Typica, Bourbon, Pink Bourbon y Gesha, buscando en cada una una nueva expresión del territorio. El resultado ha sido una transformación silenciosa pero profunda: fincas más saludables, sistemas de secado más precisos, mejores condiciones de vida y una comunidad más unida.
A pesar de los retos del cambio climático y las lluvias intensas, los caficultores de El Jordán no se detienen. Plantan árboles nativos de Guamo, Cedro y Cámbulo para dar sombra y proteger la tierra. Filtran el agua del beneficio para no devolver impurezas al río. Y cultivan como quien cuida algo sagrado: con respeto por el tiempo y por la vida.
LA ESENCIA
El café de El Jordán es un retrato fiel de su origen: luminoso, equilibrado y profundamente honesto, como Tierras de Atá.
Cada cereza se recolecta a mano en su punto exacto, luego se fermenta lentamente —primero en fruto y después en pergamino—, para finalmente secarse al sol durante varias semanas sobre camas elevadas o patios parabólicos. El resultado es una taza limpia, fragante, con acidez viva y dulzura persistente: notas que evocan miel clara, frutas rojas y un eco floral que permanece mucho después del último sorbo.
Más allá de su sabor, lo que hace único a Tierras de Atá es su espíritu. Es el café de una comunidad que aprendió a transformar la historia en aroma, la dificultad en maestría, y la montaña en esperanza líquida.
LA INVITACIÓN
En Casa Landino honramos a los caficultores de El Jordán —hombres y mujeres que con su trabajo diario le devolvieron a la montaña la posibilidad de creer.
Cada taza de este café es una celebración de la resiliencia, la familia y el arte de cultivar lo extraordinario.